En el momento en que los funcionarios políticos asumen el poder, muchos de ellos parecen creer que su autoridad es incuestionable, lo que los lleva a actuar con una sensación de impunidad y soberanía absoluta. Esta creencia en su dominio sobre las decisiones puede desconectarlos de la realidad. La ilusión de que el poder es suyo de manera permanente puede fomentar,, el abuso de autoridad y una gestión alejada de los intereses públicos, erosionando la confianza en las instituciones.
Esta ilusión que poseen muchos funcionarios políticos ha persistido a lo largo de diversas gestiones y en todos los partidos políticos, creciendo día a día. La idea de que, si los anteriores lo hicieron, ellos también pueden hacerlo, se convierte en una justificación para caer en prácticas erróneas. Este razonamiento, lejos de ser una estrategia legítima, alimenta la repetición de errores y el abuso de poder, alejándolos de la verdadera función para la que fueron elegidos: servir al pueblo con responsabilidad y ética.